Este título nombra dos de mis principales intereses, pero hay más: la música, el arte, la psicología, y todas las profesiones u oficios que contribuyen a mejorar las condiciones de vida o el entorno.
Hola, Elvira. He estado leyendo sobre la artista que nos presentas. Creo que hemos redefinido demasiado el arte. Saber donde se mueve uno y lo que opìna el propio autor queda muy lejos. No aprecio bien donde empieza y donde acaba el arte figurativo. Quizá, si nos pasamos en clasificar los tipos de artes, lo figurativo y el realismo-casi hiper, sean la misma cosa, con la particularida de que el figurativo pueda llegar a tocar casi lo distorsionado. Para mi, y opino si mucho conocimiento, el hiperrealismo se deja ver en sus cuadros, aunque, su color y trazo nos deje un cierto sabor que se sale de él.
El funicular Mamá ha muerto. Papá y yo nos hemos quedado solos. Esta mañana, al salir el sol, salimos a la calle con intención de pasar juntos la mañana, fuera de casa. Hemos desayunado en una cafetería: papá café con leche, yo chocolate; los dos hemos mojado churros. El día estaba frío y húmedo. Después de mucho andorrear cogidos de la mano, papá ha dicho que me invitaba a comer en ‘Casa Luis’, el restaurante donde conoció a mamá hace doce años. El funicular nos ha llevado hasta la puerta del restaurante. Hemos comido muy bien: pan ‘tomaca’, dorada a la sal y unas fresas con nata, muy ricas —nos han dicho que eran de Aranjuez—. Papa ha llorado un poco. Yo también. Ahora estamos en casa. Yo preparo las cosas del colegio. Mañana volveré a clase después de faltar una semana. Cecilio
Lo que está claro es que tanto a Cecilio como a mí, este cuadro nos transmite la sensación del dolor por alguna pérdida.
Besos Elvira y gracias por pedirnos cuentos, ya sabes que me encanta dártelos :-)
"Se dirigía a casa de su abuela materna sumergido en una nube de extraña tristeza. .Una mezcla de dolor y perplejidad. El niño no entendía cómo su padre le había dicho que pronto podría volver a casa con tanta frialdad. Su abuela, la que le había llevado y traído en brazos, la que le disculpaba, defendía y vivía envuelta en nubes de desmemoria , agonizaba inconsciente sobre la cama donde tantas y tantas veces había encontrado refugio a sus miedos nocturnos. El funicular deslizándose por la vía le traía de vuelta la escena que acababa de ocurrir antes de salir de casa.
- ¿Cuánto tiempo tendré que estar fuera? - Había preguntado a su madre durante el desayuno, y ésta, sin contestar, buscando respuesta en el fondo de los apenados ojos de su marido, consiguió que a éste se le escapase un - “Puede que mañana o pasado haya acabado todo” - que había helado su corazón de niño esperanzado y ofrecido a San Antonio, el patrón de su barrio. - San Antoniño, si haces que mi abuela no se muera no volveré a mentir nunca más y estaré siempre atento en la escuela.
No entendía cómo su padre no estaba llorando de rabia y en vez de eso se rindiese ante la muerte dejando a su madre sola, a su merced, en sus manos, sin dejar ni un hueco para la esperanza.
Antes de salir de casa, sin que nadie le viese, fue a besar aquel rostro esquelético que tanto quería. La encontró con la cara tapada por la colcha azul cielo, la destapó y descubrió un trapo blanco anudado en la parte superior de la cabeza que parecía sujetar su mandíbula. - Mamatita, no sabía que además de estar muy malita te dolían las muelas. Ponte buena por favor. Te tapo corriendo para que no te enfríes tanto.
En la primera parada del funicular justo cuando se abrió la puerta y el viento invernal se deslizó entre los asientos, recordó que la abuela estaba tan fría como las palabras de su padre. Dejaron el funicular en la loma del viento, justo donde empezaba la calle principal. Al entrar en casa de su otra abuela, la que le compraba regalos, pasteles y le llevaba a jugar a los jardines de la ciudad, se enteró que su abuela había muerto durante la noche, y en vez de sentir miedo por el frío de la muerte, sintió alivio por el frío de su padre."
Quizás la sensación de pérdida aparece por la luz invernal, los árboles sin hojas. No se me ocurre ningun relato, tan sólo asociaciones. Es curioso porque hoy ha muerto una antigua amiga. En la entrada que he hecho hay luz en la oscuridad y en el magnífico cuadro que nos regalas, también.
¡Hayy! que propuesta que lanzas querida Elvira, nada más verlo he sentido la sensación de dolor, veo que es sensación general. Ahí va.
-¡¡Papá, papá, ya veo nuestra casa, ya llegamos!!dijo el niño con voz anhelante,ergido sobre la punta de sus botas, sobre las que cuelga un calcetín flaccido que no se sujeta en su sitio. El padre no lo escucha, sumergido como está en las últimas imágenes que se han quedado en su retina.En la boca el regusto abrasador del orujo que sirvieron en casa de su hermano para calentar los ateridos cuerpos de los hombres que volvían del cementerio. Los dientes apretados de dolor y rabia, dolor por ver como la mina se ha llevado la vida de su hermano en plena flor de la vida, y de ver a su cuñada y a sus sobrinos, ahora tan solos al otro lado del valle. Rabia por haber elegido la granja y el prado y no haber estado junto a su hermano en esos momentos. El pensamiento de dedicarse a segar y cuidar de los animales junto a su mujer, le está desesperando, quisiera ir a la mina y arrancarle la vida de su hermano y gritar con rabia junto a los otros hombres. La insistencia del pequeño le saca de sus pensamientos y ahora vislumbra cada vez más cerca el camino que le lleva a su aldea y a su casa. Hay que hacerse fuerte para no mostrar ante su esposa todos sus sentimientos, ella quería acompañarlos,pero su próximo alumbramiento se lo ha impedido, pareciera que las hembras del valle se pusieran de acuerdo para dar vida, sus dos vacas estaban a punto y había que estar al tanto. -No te lleves al rapaz, es pequeño para esas cosas,-dijo la madre en un intento de retener al niño con ella- El padre,con rostro firme y queriendo perpetuar lo que recibió en su infancia no accede. -Ya es mayor, a su edad yo vi morir a mis dos abuelos, ha de hacerse hombre;no es así?Cecilio,no has de llorar, los hombres no lloran. Ya los dos varones de la casa van llegando, Cecilio tiene muchas ganas de echarse en brazos de su madre, apoyarse en su abultado vientre y llorar en silencio lo que no pudo llorar delante de su tía y sus primos. El humo sale por la chimenea y un leve mugido se oye en el viento. Rosa
Hola Marce: para mí tiene un filtro especial, unos colores muy suyos, no lo veo como una fotografía. Pero lo que más me importa es que su obra es muy buena, etiquetas aparte.
Hola Cecilio: me encanta tu relato triste pero cálido a la vez. Y también la comida, mmm... qué rica!!! Gracias por contribuir.
Hola Chusa: ¡qué tierna la niña y qué gran refugio son las abuelas cariñosas! Muchas gracias por tu historia, vaquiña. Escribes muy bien.
Hola Ofelia: siento lo de tu amiga. Me he pasado a ver tu entrada y me ha gustado mucho.
Hola Rosa: has escrito un relayo impreionista, al menos yo lo iba viendo todo así, según iba leyendo tus pinceladas tan visuales. ¡Muchas gracias!
-Carlos, no molestes a este señor. Ven, siéntate a mi lado.
-Pero si me está contando la historia del barco pirata, mami! Dice que su abuelo lo encontró cuando encalló en las rocas y salvó a un hombre que tenía la pierna rota y no pudo escapar...
La imagen, dentro lo que este país pasó, me sugiere despedida, dolor de la separación. Ausencia. Esa dos personas, " padre e hijo " tan encima, en primer plano, sin dejar ver más que sus espaldas y el frio que transmiten los árboles desnudos, deja paso al estupendo relato que te ha dejado Chusa.
Hola Marce: lo que me parece curioso, si son padre e hijo, es que el niño esté en el espacio detrás del respaldo del señor. Lo lógico sería que fuera a su lado, ¿no? Me pregunto si el señor no será el conductor.
cuando subió al funicular ese día azul de frío y premonitoria tristeza, agarrado de la mano también fría de su padre, no sabía (no podía saber, ni siquiera imaginar)que ese sería,para ambos, su último viaje.
-Señor, ¿por qué los árboles se inclinan hacia donde pasamos? -Les gustan las personas. ¿No te has fijado que los de las calles, si se inclinan, lo hacen hacia las casas? -A mí me gustan los árboles. -Entonces, cuando pases junto a uno, tócalo para hacerlo feliz.
Hacía un tiempo que no visitaba tu blog y me ha encantado la idea de animarnos a escribir basandonos en este evocador cuadro, así que aquí dejo mi idea. Espero os guste.
No sé porqué hoy me he levantado recordando un luminoso día del noviembre de hace años, no recuerdo exactamente cuántos, pero tendría entre unos diez o doce. Ascendíamos en el funicular que daba acceso al barrio elevado de la ciudad. También podía subirse a pie hasta él por unas numerosísimas escaleras que hacían que vieras los edificios de unas ocho alturas la mayoría como gigantes vigilantes del mar en igualdad con las montañas situadas al otro lado de la bahía. A ambos lados, árboles desnudos bordeaban la subida semejando en la distancia un plantel de bienvenida con las espadas en alto. Mientras la superficie de la bahía estaba un poco picada por el frío aire del otoño, en un despejado día donde brillaba el sol recibiendo el escaso calor que era capaz de proporcionar. Papá iba sentado en un asiento anterior al mío leyendo el periódico, seguramente la página de deportes, que es por donde le ha gustado siempre comenzar a leer. Yo siempre me sentaba o más atrás o más adelante que él. Ya sé que es raro pero los hijos muchas veces nos gusta ir unos pasos más atrás que los padres para poder observarles mejor, como si quisiéramos que ellos fueran abriendo camino. En otras preferimos ser la vanguardia, tenemos que marcar la senda, adelantarnos a ellos como si ya supiéramos por donde queremos ir aunque no tengamos una idea muy clara de a dónde diriguirnos. Mi padre me llevaba algún que otro domingo a casa del abuelo después de enviudar, para ver cómo estaba y si necesitaba algo. Él nos esperaba asomado a la ventana, como niño impaciente ante la llegada de alguien importante. Siempre íbamos tras el almuerzo, dejando a mamá en casa fregando y recogiendo todo. Siempre recordaré aquellos domingos de narraciones misteriosas, de enseñanzas sencillas pero intensas, de coleccionismo. Mi abuelo Federico, siempre gustó de coleccionar minerales, sellos, monedas, pero lo que más me interesaba eran los cromos de mis propias colecciones que me eran imposibles encontrar para finalizar el álbum de turno. No sé cómo se las apañaba el abu que siempre me conseguía el inencontrable, el único que nadie parecía tener, pero que mi abuelo era capaz de lograr. Un beso abuelo dónde quiera que estés. Ojalá te hubiera podido tener a mi lado estos últimos años porque seguro que todo habría sido más llevadero, más fácil.
Esto es un reto. Así sobre la marcha y sin pensar... Lo que salga, no esperes gran cosa. Vamos a ver qué me dice este cuadro.
Dicen que los recuerdos de infancia perduran para siempre. Estaba allí, en el entierro del que se supone había sido su padre. Se suponía, porque apenas lo conocía. Había nacido en años de postguerra, años duros donde la comida escaseaba. Lo importante era tener algo que llevarse a la boca y el resto… circunstancial. Su madre murió al nacer él. Tal vez en esta época, tal vez con un mínimo de asistencia médica, su madre hubiera sobrevivido al parto. Pero, en aquel entonces, las mujeres parían en casa. Parían, lo de dar a luz era un eufemismo, con una comadrona que poco podía hacer en caso de complicaciones. Su madre murió y su progenitor lo abandonó en brazos de su hermana, su tía "la solterona". No se lo echaba en cara. Aquel hombre trabajaba de sol a sol para mandarles las cuatro perras que, junto con lo poco que ganaba su tía con sus arreglos de costura, les servía para salir adelante. Un día su tía le dijo: "hoy irá a recogerte al colegio tu padre. Ha venido a la ciudad y quiere verte". ¿Cómo podía querer verle alguien a quien no conocía? "Tienes que darle un beso y portarte bien". "¿Cómo le reconoceré?", le había respondido él. "No te preocupes", continuó ella, "le he enviado una foto y será él quien lo haga". A su tía no parecía extrañarle que un niño de 6 años no pudiera distinguir a su progenitor entre un montón de desconocidos. ¿Eran otros tiempos? A las 5 en punto un hombre serio, de aspecto apagado y 20 años mayor de lo que debería tener, se acercó a él. Olía a naftalina, ese olor característico de la ropa guardada largamente guardada. No se atrevió a darle el beso que le había indicado la que podría considerarse su madre adoptiva. Se quedó quieto ante él, sin poder decir nada salvo un "buenas tardes". Algo a lo que él contestó con una voz ronca y cansada. Era obvio que no sabía qué hacer con aquel muchacho que le habían encomendado por una tarde. Lo llevó al funicular. Una vez entrados en la cabina se sentó delante y él, no queriendo molestar, lo hizo en la parte de atrás. Era invierno, desde lo alto vislumbraba los árboles desnudos, un río sucio y edificios que, simulando fantasmas de lo que un día debieron ser, se alzaban intentando tocar un cielo tan gris como ellos mismos. Miró a la losa que acababan de cubrir. Esos eran los mejores recuerdos de su padre… y tal vez los únicos.
Bueno, me ha quedado un poco triste. Pero es lo que me decía la imagen.
Llevaba meses y meses sin escribir, desde principios de otoño. Voy a tener que darte las gracias.
Estabamos solos en aquel espacio. - Acércate con cuidado. Creo que es el mismo señor que hace unos días nos estafó vendiéndonos aquel aspirador que no funciona. Si es él, antes de bajarnos le daremos su merecido. Fue lo que me dijo mi madre mientras del bolso sacaba una navaja cabritera. Cuando confirmé a mi madre que sí, que era el mismo señor que mos había engañado, ella colocó el filo de la navaja en el cuello de aquel vendedor tan desaprensivo. - La próxima vez vas a engañar a tus muertos.
"El funicular pasaba a mi lado veloz hacia el final del camino. Yo siempre he preferido perderme en las escalinatas"
Es un microrrelato real, pues recientemente he vivido esta experiencia subiendo la escalinata hacia Montmartre mientras el funicular llevaba a los parisinos, a mayor velocidad, hacia el Sagrado Corazón.
Nada, nada de lo que me diga podrá hacerme cambiar de idea. No pienso volver a ver a esa mujer ¡la detesto! y no entiendo como papá puede quererla ¿acaso ya no se acuerda de mamá? Quiero quedarme en casa de los abuelos para siempre, hasta que me haga mayor y me vaya a hacer mi vida, como hizo mi padre. Estudiaré en ese instituto, haré nuevos amigos y leeré junto al fuego en los largos domingos de invierno con el abuelo. Me comeré muchísimas tartas de manzana ¡de esas tan buenas que hace la abuela María! y me bañaré en el río en verano, como cuando vivía mamá y nos íbamos al río con la merienda. Ella me dejaba husmear por el sendero y bañarme en el río, luego me frotaba con una toalla suave y me peinaba con los dedos, me daba un beso y regresábamos felices. Pero ella ya no está.
(Ayer leí los relatos, todos distintos y todos tristes. No estaba inspirada y ahora no quería dejar pasar la ocasión). Esa obra tiene magia, habla por sí sola y es triste porque cada uno de los personajes lleva un destino diferente, no van juntos, pero tampoco están solos.
¡Gracias, Montse! Ese niño que echa de menos a su madre, a quien ha idealizado un poco, quizás. Es una historia tierna, me gusta mucho.
Ah, por cierto, mi relato no es triste!!! Que conste en acta. :-) Yo imagino a la madre detrás del niño, y a éste charlando con el señor, encantado de la vida.
Licenciada en Historia del Arte. Fui profesora de inglés de secundaria durante 27 años. Aficionada a la fotografía. Me gusta recopilar frases y citas y publiqué un libro en el año 2000: Palabras del Silencio, Editorial Océano.
Desde hace 26 años estudio y elaboro esencias florales. Acabo de publicar mi segundo libro: Peace Blossoms, Mi Colección de Esencias Florales (en-24).
https://www.instagram.com/elviracoderch/
Algunas de las fotos que aparecen en este blog provienen de internet. 1.-Si por desconocimiento no he citado al autor de una foto y desea que aparezca su nombre, le ruego que me lo comunique. 2.-Si el autor prefiere que retire la imagen de mi blog, lo haré de inmediato.
36 comentarios:
Hola, Elvira. He estado leyendo sobre la artista que nos presentas.
Creo que hemos redefinido demasiado el arte. Saber donde se mueve uno y lo que opìna el propio autor queda muy lejos. No aprecio bien donde empieza y donde acaba el arte figurativo. Quizá, si nos pasamos en clasificar los tipos de artes, lo figurativo y el realismo-casi hiper, sean la misma cosa, con la particularida de que el figurativo pueda llegar a tocar casi lo distorsionado.
Para mi, y opino si mucho conocimiento, el hiperrealismo se deja ver en sus cuadros, aunque, su color y trazo nos deje un cierto sabor que se sale de él.
Bon dia.
El funicular
Mamá ha muerto. Papá y yo nos hemos quedado solos. Esta mañana, al salir el sol, salimos a la calle con intención de pasar juntos la mañana, fuera de casa. Hemos desayunado en una cafetería: papá café con leche, yo chocolate; los dos hemos mojado churros.
El día estaba frío y húmedo. Después de mucho andorrear cogidos de la mano, papá ha dicho que me invitaba a comer en ‘Casa Luis’, el restaurante donde conoció a mamá hace doce años. El funicular nos ha llevado hasta la puerta del restaurante. Hemos comido muy bien: pan ‘tomaca’, dorada a la sal y unas fresas con nata, muy ricas —nos han dicho que eran de Aranjuez—.
Papa ha llorado un poco. Yo también.
Ahora estamos en casa. Yo preparo las cosas del colegio. Mañana volveré a clase después de faltar una semana.
Cecilio
Lo que está claro es que tanto a Cecilio como a mí, este cuadro nos transmite la sensación del dolor por alguna pérdida.
Besos Elvira y gracias por pedirnos cuentos, ya sabes que me encanta dártelos :-)
"Se dirigía a casa de su abuela materna sumergido en una nube de extraña tristeza. .Una mezcla de dolor y perplejidad.
El niño no entendía cómo su padre le había dicho que pronto podría volver a casa con tanta frialdad. Su abuela, la que le había llevado y traído en brazos, la que le disculpaba, defendía y vivía envuelta en nubes de desmemoria , agonizaba inconsciente sobre la cama donde tantas y tantas veces había encontrado refugio a sus miedos nocturnos.
El funicular deslizándose por la vía le traía de vuelta la escena que acababa de ocurrir antes de salir de casa.
- ¿Cuánto tiempo tendré que estar fuera? - Había preguntado a su madre durante el desayuno, y ésta, sin contestar, buscando respuesta en el fondo de los apenados ojos de su marido, consiguió que a éste se le escapase un - “Puede que mañana o pasado haya acabado todo” - que había helado su corazón de niño esperanzado y ofrecido a San Antonio, el patrón de su barrio.
- San Antoniño, si haces que mi abuela no se muera no volveré a mentir nunca más y estaré siempre atento en la escuela.
No entendía cómo su padre no estaba llorando de rabia y en vez de eso se rindiese ante la muerte dejando a su madre sola, a su merced, en sus manos, sin dejar ni un hueco para la esperanza.
Antes de salir de casa, sin que nadie le viese, fue a besar aquel rostro esquelético que tanto quería. La encontró con la cara tapada por la colcha azul cielo, la destapó y descubrió un trapo blanco anudado en la parte superior de la cabeza que parecía sujetar su mandíbula.
- Mamatita, no sabía que además de estar muy malita te dolían las muelas. Ponte buena por favor. Te tapo corriendo para que no te enfríes tanto.
En la primera parada del funicular justo cuando se abrió la puerta y el viento invernal se deslizó entre los asientos, recordó que la abuela estaba tan fría como las palabras de su padre.
Dejaron el funicular en la loma del viento, justo donde empezaba la calle principal.
Al entrar en casa de su otra abuela, la que le compraba regalos, pasteles y le llevaba a jugar a los jardines de la ciudad, se enteró que su abuela había muerto durante la noche, y en vez de sentir miedo por el frío de la muerte, sintió alivio por el frío de su padre."
Chusa
Quizás la sensación de pérdida aparece por la luz invernal, los árboles sin hojas.
No se me ocurre ningun relato, tan sólo asociaciones. Es curioso porque hoy ha muerto una antigua amiga. En la entrada que he hecho hay luz en la oscuridad y en el magnífico cuadro que nos regalas, también.
Besos**
¡Hayy! que propuesta que lanzas querida Elvira, nada más verlo he sentido la sensación de dolor, veo que es sensación general.
Ahí va.
-¡¡Papá, papá, ya veo nuestra casa, ya llegamos!!dijo el niño con voz anhelante,ergido sobre la punta de sus botas, sobre las que cuelga un calcetín flaccido que no se sujeta en su sitio.
El padre no lo escucha, sumergido como está en las últimas imágenes que se han quedado en su retina.En la boca el regusto abrasador del orujo que sirvieron en casa de su hermano para calentar los ateridos cuerpos de los hombres que volvían del cementerio.
Los dientes apretados de dolor y rabia, dolor por ver como la mina se ha llevado la vida de su hermano en plena flor de la vida, y de ver a su cuñada y a sus sobrinos, ahora tan solos al otro lado del valle. Rabia por haber elegido la granja y el prado y no haber estado junto a su hermano en esos momentos.
El pensamiento de dedicarse a segar y cuidar de los animales junto a su mujer, le está desesperando, quisiera ir a la mina y arrancarle la vida de su hermano y gritar con rabia junto a los otros hombres.
La insistencia del pequeño le saca de sus pensamientos y ahora vislumbra cada vez más cerca el camino que le lleva a su aldea y a su casa. Hay que hacerse fuerte para no mostrar ante su esposa todos sus sentimientos, ella quería acompañarlos,pero su próximo alumbramiento se lo ha impedido, pareciera que las hembras del valle se pusieran de acuerdo para dar vida, sus dos vacas estaban a punto y había que estar al tanto.
-No te lleves al rapaz, es pequeño para esas cosas,-dijo la madre en un intento de retener al niño con ella-
El padre,con rostro firme y queriendo perpetuar lo que recibió en su infancia no accede.
-Ya es mayor, a su edad yo vi morir a mis dos abuelos, ha de hacerse hombre;no es así?Cecilio,no has de llorar, los hombres no lloran.
Ya los dos varones de la casa van llegando, Cecilio tiene muchas ganas de echarse en brazos de su madre, apoyarse en su abultado vientre y llorar en silencio lo que no pudo llorar delante de su tía y sus primos.
El humo sale por la chimenea y un leve mugido se oye en el viento.
Rosa
Persona+espacio=Soledad
Hola Marce: para mí tiene un filtro especial, unos colores muy suyos, no lo veo como una fotografía. Pero lo que más me importa es que su obra es muy buena, etiquetas aparte.
Hola Cecilio: me encanta tu relato triste pero cálido a la vez. Y también la comida, mmm... qué rica!!! Gracias por contribuir.
Hola Chusa: ¡qué tierna la niña y qué gran refugio son las abuelas cariñosas! Muchas gracias por tu historia, vaquiña. Escribes muy bien.
Hola Ofelia: siento lo de tu amiga. Me he pasado a ver tu entrada y me ha gustado mucho.
Hola Rosa: has escrito un relayo impreionista, al menos yo lo iba viendo todo así, según iba leyendo tus pinceladas tan visuales. ¡Muchas gracias!
Besos a todos y gracias por vuestras historias!!
Me gustan estos espacios de las tres últimas entradas! Impresionante y evocativa esa estación de Milano y muy íntimo e amplio a la vez este funicular.
Un beso
Ahí va el mío, Elvira.
"Padre e hijo acababan de conocerse. En unos minutos dejarían de verse para siempre".
Isabel Mallén
Hola Manuel: gracias por tu fórmula, muy buena. :-)
Hola Giovanni: buenos adjetivos para describir las imágenes.
Hola Isabel: ¡Qué potente tu microrrelato! Hay que saber mucho para decir tanto en pocas palabras. Muchas gracias.
Besos a los tres
Ahí va el mío:
-Carlos, no molestes a este señor. Ven, siéntate a mi lado.
-Pero si me está contando la historia del barco pirata, mami! Dice que su abuelo lo encontró cuando encalló en las rocas y salvó a un hombre que tenía la pierna rota y no pudo escapar...
Gracias por tus hermosas palabras.
No había leído tu sugerencia.
La imagen, dentro lo que este país pasó, me sugiere despedida, dolor de la separación. Ausencia. Esa dos personas, " padre e hijo " tan encima, en primer plano, sin dejar ver más que sus espaldas y el frio que transmiten los árboles desnudos, deja paso al estupendo relato que te ha dejado Chusa.
Es admirable.
un abrzo.
Hola Marce: lo que me parece curioso, si son padre e hijo, es que el niño esté en el espacio detrás del respaldo del señor. Lo lógico sería que fuera a su lado, ¿no? Me pregunto si el señor no será el conductor.
Me han gustado todas las historias. Un abrazo
cuando subió al funicular ese día azul de frío y premonitoria tristeza, agarrado de la mano también fría de su padre, no sabía (no podía saber, ni siquiera imaginar)que ese sería,para ambos, su último viaje.
besos*
¡Qué triste, Rayuela! Pero bello. Gracias, guapa, Besos**
Puffffffffffffffffffffffffffffffffff, a mí me dan ganas!
El cuadro es mágico e increíble. Y prácticamente habla por si solo, cuenta una historia por sí solo.
Me entran unas ganas que pa qué. Porque no tengo tiempo, que si no...
Aún así.. no sé , no sé, igual hasta me animo.
Maravilloso cuadro. Me lo llevo!
^_^ Besos gordos!
¡Venga, anímate, Femme!!! Cuando tengas un ratico.
Besos y hasta luego! :-)
me había fijado, ,el niño no está en su espacio...
bona nit
-Señor, ¿por qué los árboles se inclinan hacia donde pasamos?
-Les gustan las personas. ¿No te has fijado que los de las calles, si se inclinan, lo hacen hacia las casas?
-A mí me gustan los árboles.
-Entonces, cuando pases junto a uno, tócalo para hacerlo feliz.
Boa noite, Marce! :-)
Ooohh, NáN, me gusta muchísimo tu relato, precioso. Mañana tocaré un árbol. ¡Gracias!
Besos a los dos!
Me gustaría, pero hace ya muchos años que comprendí que para escribir bien hay que tener algo que a mí me falta.
Besos.
Gracias por pasarte igualmente, Tawaki! Besos
Hacía un tiempo que no visitaba tu blog y me ha encantado la idea de animarnos a escribir basandonos en este evocador cuadro, así que aquí dejo mi idea. Espero os guste.
No sé porqué hoy me he levantado recordando un luminoso día del noviembre de hace años, no recuerdo exactamente cuántos, pero tendría entre unos diez o doce. Ascendíamos en el funicular que daba acceso al barrio elevado de la ciudad. También podía subirse a pie hasta él por unas numerosísimas escaleras que hacían que vieras los edificios de unas ocho alturas la mayoría como gigantes vigilantes del mar en igualdad con las montañas situadas al otro lado de la bahía.
A ambos lados, árboles desnudos bordeaban la subida semejando en la distancia un plantel de bienvenida con las espadas en alto. Mientras la superficie de la bahía estaba un poco picada por el frío aire del otoño, en un despejado día donde brillaba el sol recibiendo el escaso calor que era capaz de proporcionar.
Papá iba sentado en un asiento anterior al mío leyendo el periódico, seguramente la página de deportes, que es por donde le ha gustado siempre comenzar a leer. Yo siempre me sentaba o más atrás o más adelante que él. Ya sé que es raro pero los hijos muchas veces nos gusta ir unos pasos más atrás que los padres para poder observarles mejor, como si quisiéramos que ellos fueran abriendo camino. En otras preferimos ser la vanguardia, tenemos que marcar la senda, adelantarnos a ellos como si ya supiéramos por donde queremos ir aunque no tengamos una idea muy clara de a dónde diriguirnos.
Mi padre me llevaba algún que otro domingo a casa del abuelo después de enviudar, para ver cómo estaba y si necesitaba algo. Él nos esperaba asomado a la ventana, como niño impaciente ante la llegada de alguien importante. Siempre íbamos tras el almuerzo, dejando a mamá en casa fregando y recogiendo todo.
Siempre recordaré aquellos domingos de narraciones misteriosas, de enseñanzas sencillas pero intensas, de coleccionismo. Mi abuelo Federico, siempre gustó de coleccionar minerales, sellos, monedas, pero lo que más me interesaba eran los cromos de mis propias colecciones que me eran imposibles encontrar para finalizar el álbum de turno. No sé cómo se las apañaba el abu que siempre me conseguía el inencontrable, el único que nadie parecía tener, pero que mi abuelo era capaz de lograr.
Un beso abuelo dónde quiera que estés. Ojalá te hubiera podido tener a mi lado estos últimos años porque seguro que todo habría sido más llevadero, más fácil.
Muchísimas gracias por tu bonito relato, Lucía. Es muy enriquecedor leer todos los estilos e historias diferentes.
Un beso para ti y otro para ese abuelo
Hola Elvira,
¿Cómo vas?
Esto es un reto. Así sobre la marcha y sin pensar... Lo que salga, no esperes gran cosa. Vamos a ver qué me dice este cuadro.
Dicen que los recuerdos de infancia perduran para siempre. Estaba allí, en el entierro del que se supone había sido su padre. Se suponía, porque apenas lo conocía. Había nacido en años de postguerra, años duros donde la comida escaseaba. Lo importante era tener algo que llevarse a la boca y el resto… circunstancial. Su madre murió al nacer él. Tal vez en esta época, tal vez con un mínimo de asistencia médica, su madre hubiera sobrevivido al parto. Pero, en aquel entonces, las mujeres parían en casa. Parían, lo de dar a luz era un eufemismo, con una comadrona que poco podía hacer en caso de complicaciones. Su madre murió y su progenitor lo abandonó en brazos de su hermana, su tía "la solterona". No se lo echaba en cara. Aquel hombre trabajaba de sol a sol para mandarles las cuatro perras que, junto con lo poco que ganaba su tía con sus arreglos de costura, les servía para salir adelante. Un día su tía le dijo: "hoy irá a recogerte al colegio tu padre. Ha venido a la ciudad y quiere verte". ¿Cómo podía querer verle alguien a quien no conocía? "Tienes que darle un beso y portarte bien". "¿Cómo le reconoceré?", le había respondido él. "No te preocupes", continuó ella, "le he enviado una foto y será él quien lo haga". A su tía no parecía extrañarle que un niño de 6 años no pudiera distinguir a su progenitor entre un montón de desconocidos. ¿Eran otros tiempos?
A las 5 en punto un hombre serio, de aspecto apagado y 20 años mayor de lo que debería tener, se acercó a él. Olía a naftalina, ese olor característico de la ropa guardada largamente guardada. No se atrevió a darle el beso que le había indicado la que podría considerarse su madre adoptiva. Se quedó quieto ante él, sin poder decir nada salvo un "buenas tardes". Algo a lo que él contestó con una voz ronca y cansada. Era obvio que no sabía qué hacer con aquel muchacho que le habían encomendado por una tarde. Lo llevó al funicular. Una vez entrados en la cabina se sentó delante y él, no queriendo molestar, lo hizo en la parte de atrás. Era invierno, desde lo alto vislumbraba los árboles desnudos, un río sucio y edificios que, simulando fantasmas de lo que un día debieron ser, se alzaban intentando tocar un cielo tan gris como ellos mismos.
Miró a la losa que acababan de cubrir. Esos eran los mejores recuerdos de su padre… y tal vez los únicos.
Bueno, me ha quedado un poco triste. Pero es lo que me decía la imagen.
Llevaba meses y meses sin escribir, desde principios de otoño. Voy a tener que darte las gracias.
Ahora tengo que abandonarte. El fogón me llama.
Besos
¡Muchísimas gracias, Katha! Espero que al escribir esto se te haya despertado el gusanillo y te animes a escribir de nuevo.
Triste pero hermoso.
Te deseo buenos guisos!! Y besos
Estabamos solos en aquel espacio.
- Acércate con cuidado. Creo que es el mismo señor que hace unos días nos estafó vendiéndonos aquel aspirador que no funciona. Si es él, antes de bajarnos le daremos su merecido.
Fue lo que me dijo mi madre mientras del bolso sacaba una navaja cabritera.
Cuando confirmé a mi madre que sí, que era el mismo señor que mos había engañado, ella colocó el filo de la navaja en el cuello de aquel vendedor tan desaprensivo.
- La próxima vez vas a engañar a tus muertos.
Bufff, Jesús, es una historia fuertecilla, jaja!
Gracias por contribuir.
'Mi padre era siempre ausente, incluso cuando estaba presente,' pensó Luis cuando veía el cuadro 'El Funicular' de Clara Gangutia.
Me gusta tu historia fuera del cuadro pero viendo el cuadro, Giovanni! Gracias.
"El funicular pasaba a mi lado veloz hacia el final del camino. Yo siempre he preferido perderme en las escalinatas"
Es un microrrelato real, pues recientemente he vivido esta experiencia subiendo la escalinata hacia Montmartre mientras el funicular llevaba a los parisinos, a mayor velocidad, hacia el Sagrado Corazón.
¡Gracias, Marcos! Con más añitos una prefiere los funiculares, jaja!
Ya sabes Elvira que me gusta la novela negra y no podía dejar pasar la ocasión sin hacer un guiño, aunque fuera en plan casi de coña.
Me parece perfecto, Jesús, has cambiado el ambiente en segundos. :-)
Nada, nada de lo que me diga podrá hacerme cambiar de idea. No pienso volver a ver a esa mujer ¡la detesto! y no entiendo como papá puede quererla ¿acaso ya no se acuerda de mamá?
Quiero quedarme en casa de los abuelos para siempre, hasta que me haga mayor y me vaya a hacer mi vida, como hizo mi padre. Estudiaré en ese instituto, haré nuevos amigos y leeré junto al fuego en los largos domingos de invierno con el abuelo.
Me comeré muchísimas tartas de manzana ¡de esas tan buenas que hace la abuela María! y me bañaré en el río en verano, como cuando vivía mamá y nos íbamos al río con la merienda. Ella me dejaba husmear por el sendero y bañarme en el río, luego me frotaba con una toalla suave y me peinaba con los dedos, me daba un beso y regresábamos felices.
Pero ella ya no está.
(Ayer leí los relatos, todos distintos y todos tristes. No estaba inspirada y ahora no quería dejar pasar la ocasión). Esa obra tiene magia, habla por sí sola y es triste porque cada uno de los personajes lleva un destino diferente, no van juntos, pero tampoco están solos.
Besos gordos y alegres "pa compensar"
¡Gracias, Montse! Ese niño que echa de menos a su madre, a quien ha idealizado un poco, quizás. Es una historia tierna, me gusta mucho.
Ah, por cierto, mi relato no es triste!!! Que conste en acta. :-) Yo imagino a la madre detrás del niño, y a éste charlando con el señor, encantado de la vida.
Besos alegres
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