Artículo de Remei Margarit (Sitges, Barcelona, 1935), psicóloga y escritora, publicado en La Vanguardia el sábado 17-Enero-09:
La queja
Días atrás, un amigo de un largo recorrido vital me decía: "Yo me quejo, no sé a quién, pero me quejo. A los defensores del diseño inteligente del universo les digo que no puedo entender por qué se le dan al ser humano tantos deseos si no pueden colmarse. Me quejo de la insaciabilidad que llevamos dentro". Me gusta poco la queja, más que nada porque ocupa una energía que tal vez pudiera ocuparse en otras cosas más vitales, pero como es un buen amigo y le respeto profundamente, escuché su lamento con atención y entonces me acordé de algo significativo.
En la película Vidas rebeldes, con Clark Gable, Montgomery Clift y Marilyn Monroe, de 1961, había una escena en la que Marilyn escucha al dueño de una cabaña perdida en la montaña, que le explica que su mujer no se quejaba nunca y que murió de una hemorragia; no la había podido llevar al pueblo porque él no tenía un neumático de recambio. A lo que Marilyn le contesta: "A veces, quejarse ayuda".
En ese caso es evidente que la queja hubiera ayudado, y mucho, a tener las cosas a punto. Y tal vez ayude todavía, a la misma persona que la pronuncia, a manera de un desbordamiento controlado; y también como forma de alertar sobre las cosas que no funcionan.
Sí, quejarse ayuda, siempre y cuando no se convierta en un modo de vida, porque entonces adquiere una cierta monotonía y pierde su fuerza movilizadora. También hay quejas y quejas, una es la queja de una injusticia y otra es la del insatisfecho permanente; la primera tiene que ver con reclamar un derecho, la segunda se parece más a un lamento por la vida misma, como una abdicación del privilegio de vivir.
"A veces, quejarse ayuda". Es cierto. También cuando unas personas se relacionan con otras a las que pueden, psicológicamente hablando, y de esa relación surge un dominio-sometimiento que usan sin contemplación, como si tuvieran derecho a hacerlo sin tener en cuenta la alteridad del otro; entonces la queja se hace indispensable para salir de ese atolladero.
En la condición humana se dan muchos dominios sutiles, que apelan al sentimiento de bondad del otro y la estrujan vampíricamente hasta dejarla sin vida. Ahí, se queja el cuerpo en un aviso de que se están traspasando los límites del bienestar. Y hay que escucharlo, ya que el cuerpo tiene la sabiduría que le ha conferido su propia evolución.
Remei Margarit
Nota de Elvira: No os perdáis la "respuesta" a esta entrada que ha escrito Molinos en su blog. No tiene desperdicio.
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22 comentarios:
Pocas veces he leído una reflexión tan limpia y certera.
Te felicito, no tengo nada más que añadir aunque, pensandolo bien....si quieres me quejo, eh? ;-)
Un bes, Elvira, me ha encantado.
No, no hace falta :-) Pero ya has visto que mi único mérito ha sido elegir un artículo bueno, que no lo he escrito yo, ¿eh?
Otro beso para ti
Hola,
He de reconocer que yo soy bastante protestantona y considerablemente quejica. Pero, eso sí, jamás mis quejas han sido utilizadas en modo alguno para dominar y someter a nadie. El motivo suele ser más bien un desahogo.
Besos
Yo sólo añadiría un matiz a la excelente exposición de Remei Margarit. Donde dice: "...la queja se hace indispensable para salir de ese atolladero" yo diría que a veces en esos casos la queja no sirve de mucho y es menester actuar de forma que no permitamos que se repita la situación que la ha originado.
Hola Katha: estábamos escribiendo a la vez. Sí, a veces es necesario un desahogo, el justo, y con la persona adecuada, sin insistir demasiado.
Besos de buenas noches
Me acabo de acordar de una frase que recorté de una entrevista en La Contra de La Vanguardia 16/03/2003:
"Como decía mi abuela: "Cuando te pisen di '¡ay!', no vayan a creer que eres el felpudo". Pero la pena es que no decimos sólo '¡ay!'" (Pilar Vila-San-Juan)
Lo admito. Soy una quejica :-(
Intentaré enmendarme, porque a veces puedo llegar a ser muuy cansina
Cierto, cierto, la queja es sana por principio. Es una característica de nuestra relación con nuestro entorno. Es la llamada de atención de que algo va mal. No debemos aplicarla a nosotros mismos (eso es el quejido, comprensible pero independiente de este tema).
Es el equivalente a la sensación de dolor como indicio de que algo va mal. Debemos quejarnos pues no quejarnos supone aceptar ese mal como inevitable.
Los perros salvajes no ladran y los niños de las guerras no lloran pues no esperan ser atendidos.
Pero la queja sirve para lo que sirve no para vivir en ella.
Hola Katha:
A veces las personas que se quejan bastante es que no han aprendido a cuidar de sí mismas. Cuidan de los demás y esperan que ellos las cuiden a ellas, pero creo que es importante que aprendan a cuidar de sí mismas. Otras personas se quejan de vicio para llamar la atención... no creo que seas de ésas. Besos
Hola Juanjo:
"Los perros salvajes no ladran y los niños de las guerras no lloran pues no esperan ser atendidos."
Muy buena observación. Y en el otro extremo, los niños muy mimados lloriquean por cualquier cosa.
Entre los adultos no me gustan los que se quejan para que todo lo hagas tú. Pero si picas por querer "ser bueno", es que te queda mucho por aprender.
Un abrazo
Pues tiene más razón que un santo.
Una cosa es quejarse por algo puntual y otra hacer de la queja un modo de vida. Una persona así puede resultar agotadora. No quiere que la ayudes. Simplemente quiere tenerte ahí, de manera perenne, consumiendo tu energía con una demanda contínua de ánimo, consuelo y comprensión que siempre caerá en saco roto. Nunca serás capaz de hacerle ver que no tiene tantos motivos para quejarse.
Me ha encantado!
Mil besos!!!
Totalmente de acuerdo, Io. Todos hemos conocido a alguien así, supongo.
Mil besos!
Qué cierto!
Pero ...¿ os habeis dado cuenta, de que muy a menudo quienes más tiene que quejarse, ni lo hacen, y sin embargo los que no tiene porqué quejarse, son unos quejicas, o como dirían por aquí, culos de la asiento, que nunca están contentos con nada?
Es tremendo, pero generalmente observé éso, que quienes tiene porqué quejarse, están tan hartos, tan cansados, o se sienten ya tan impotentes, que NI SE QUEJAN.
En fin...
Estoy de acuerdo contigo, Elvira, no sólo vale con quejarse, también hay que poner manos a la obra para que no vuelva a suceder
UN BESO
Sí, es verdad, femme. Y creo que tan malo es (para los otros) el que se queja demasiado, como el que nunca se queja (malo para sí mismo). Eso, que ni hay que estar siempre dando la lata, ni ser el felpudo de turno. Besos
Quejarse a veces sirve, hay quejas y quejas. Pero lo más importante y más saludable sería saber cuidar de uno mismo y así evitar que te confundan con un felpudo. Porque.. digo yo ; si me confunden con el susodicho, quién es el responsable?
Un beso Elvira
Hola María:
Originalmente la persona puede no ser responsable, si desde niña siempre la han tratado como un felpudo, pero llega un momento en que uno se tiene que parar y decir: ¿qué está pasando aquí? Y cambiar la dinámica. Hay programaciones que están grabadas muy profundo en la psique, pero hay que descubrirlas y cambiarlas si no son saludables.
Ya adultos, desde luego te doy la razón. Besos.
Es cierto Elvira, originariamente no se es responsable. No iba por ahí mi pregunta.
Si un@ deja que le pisen, es que está acostumbrado a eso y piensa que eso es lo que hay. Cuesta mucho, pero mucho, mucho, encontrar la raiz del "mal".
Somos lo que nos han hecho que seamos, triste, pero real.
Un beso.
Es verdad, pero siempre se puede cambiar algo, y de todo se aprende. Un beso
Hay quejas que se escapan del terreno personal para inundar el terreno universal.
Porque bien está el silencio, bien está la mística del silencio, bien está el rechazo a las palabras vanas, pero hay ocasiones (y son demasiado frecuentes) que esos silencios son aprovechados para que los caminos de las injusticias queden expeditos.
Algo de esto digo sin decir, en mi último post, en labios de una niña.
Sí, por eso de que "el que calla, otorga", y a veces hay que decir muy claramente que uno no está de acuerdo.
Voy a leer tu último post.
Muchas de las quejas están fundamentadas por la imposibilidad de actuar o de arreglar algo.El mundo es una chapuza,está mal construido.Según la Biblia Dios hizo en mundo en siete días,bueno,el domingo descansó.Y yo siempre digo al respecto que esa prisa se nota.De todas maneras creo que debemos quejarnos aunque no sepamos de qué o para qué ¿no te parece,Elvira? Al menos que nos sirva para pasarlo bien en post como estos.
Besos y un fuerte abrazo.
Pues si lo quieres pasar bien, te recomiendo la entrada de Molinos (hay un enlace al final del artículo de Remei Margarit). Me reí muchísimo con su escrito.
Sí, las quejas que mejor entiendo son ésas, las que expresan impotencia por no poder cambiar algo que valdría la pena cambiar. Porque los que se quejan por cosas que tienen fácil remedio son pesadísimos.
Besos y un fuerte abrazo
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