Estoy leyendo Del Sentimiento Trágico de la Vida, de Miguel de Unamuno (Austral, Espasa-Calpe S.A., 2007), y he decidido compartir algunos fragmentos con los lectores de este blog. Seguramente añadiré algunos más a medida que avance en la lectura.
-Nuestra filosofía, esto es, nuestra manera de comprender o no comprender el mundo y la vida, brota de nuestro sentimiento respecto a la vida misma. Y ésta, como todo lo afectivo, tiene raíces subconscientes, inconscientes, tal vez. (p. 50)
-Hegel hizo célebre su aforismo de que todo lo racional es real y todo lo real racional; pero somos muchos los que, no convencidos por Hegel, seguimos creyendo que lo real, lo realmente real, es irracional; que la razón construye sobre las irracionalidades. (p. 52)
-Irle a uno con la embajada de que se haga otro, es irle con la embajada de que deje de ser él. Cada cual defiende su personalidad, y sólo acepta un cambio en su modo de pensar o de sentir en cuanto este cambio pueda entrar en la unidad de su espíritu y engarzar en la continuidad de él; en cuanto ese cambio pueda armonizarse e integrarse con todo el resto de su modo de ser, pensar y sentir, y pueda a la vez enlazarse a sus recuerdos. (p. 56)
-Hay personas, en efecto, que parecen no pensar más que con el cerebro, o con cualquier otro órgano que sea específico para pensar; mientras otros piensan con todo el cuerpo y toda el alma, con la sangre, con el tuétano de los huesos, con el corazón, con los pulmones, con el vientre, con la vida. Y las gentes que no piensan más que con el cerebro, dan en definidores; se hacen profesionales del pensamiento. (p. 60)
-Porque puede uno tener un gran talento, lo que llamamos un gran talento, y ser un estúpido del sentimiento y hasta un imbécil moral. Se han dado casos.
Estos estúpidos afectivos con talento suelen decir que no sirve querer zahondar en lo inconocible ni dar coces contra el aguijón. Es como si se le dijera a uno a quien le han tenido que amputar una pierna, que de nada sirve pensar en ello. Y a todos nos falta algo; sólo que algunos lo sienten y otros no. O hacen como que no lo sienten, y entonces son unos hipócritas.
Un pedante que vió a Solón llorar la muerte de un hijo, le dijo: "¿Para qué lloras así, si eso de nada sirve?". Y el sabio le respondió: "Por eso precisamente, porque no sirve". Claro está que el llorar sirve de algo, aunque no sea más que de desahogo; pero bien se ve el profundo sentido de la respuesta de Solón al impertinente." (p. 62-63)
Hola Elvira,
ResponderEliminarAunque recuerdo en la película de Almodovar La Flor de mi secreto, donde se diferenciaban las lágrimas que ahogan de las que desahogan, que suerte tenemos de poder llorar.
Un abrazo
Muy interesantes todas, Elvira.
ResponderEliminarLa última me recuerda a, creo, un proverbio chino que dice algo así como "Si tiene arreglo, ¿por qué te quejas? Y si no lo tiene, ¿por qué te quejas?" Y aunque más de una vez he intentado seguir el proverbio al pie de la letra al final hay que darle la razón a Unamuno en que quejarse/llorar puede que no lleve a mucho, pero de algo sí que sirve.
Hola Pilar:
ResponderEliminarEstá bien esa diferenciación, no la había oído. Yo me lo decía de otra manera: que algunas maneras de llorar parece que hacen crecer la pena, y otras la liberan, la dejan marchar.
Un abrazo
PD: Por cierto, me compré la película que me recomendaste. Ya te contaré cuando la vea.
Hola Cristina: Conocía ese proverbio, pero estoy contigo en darle la razón a Unamuno.
ResponderEliminarLo que no me gusta es el quejido constante, eso no.
Estoy contigo Elvira, que llorar es bueno, lloriquear no.
ResponderEliminarDicen que reir es bueno, que estira los músculos faciales, entonces si al llorar los encojemos, hacemos ejercicios musculares.
Está bien eso: llorar sí, lloriquear no. Y reír con ganas es genial. :-D
ResponderEliminarComo siempre, Elvira, me quito la diadema :-) (hoy no llevo sombrero) ante tu selección y te doy las gracias por compartir con nosotros tus lecturas.
ResponderEliminarQué atinado andaba Don Miguel sobre la percepción y las raíces de cualquier pensamiento, y eso que el funcionamiento de las redes neuronales era casi inexistente.
Creo que a estas alturas la filosofía no debería apartar sus ojos de las neurociencias.Es más, creo que la filosofía como tal debería ser enterrada para pasar a SER (con todo lo que ello impica) neurofilosofía.
Mira por lo que se me ha dado hoy...:-)
Besos.
De nada, Chusa. Es que Don Miguel sabe mucho...
ResponderEliminarNo sé nada de neurofilosofía, pero suena interesante. Besos
Realmente hay motivos para tener un sentimiento trágico de la vida, para estar histéricos, la condición humana es así. Pero hay que intentar disfrutar lo que se pueda de todos modos.
ResponderEliminar