

Ver toda la serie de Venecia aquí. ¡Mil gracias, Rubén!
"Venecia, como todas las ciudades míticas, tiene un subconsciente poblado de sombras, sumido en las aguas, en los pozos, en los ríos de verdín y mármol que van desgranando las cuentas de su rosario por estas húmedas calles que tienen nombres de oficios antiguos y beatas solteras...
En Venecia comienza ya el Oriente: las sedas rumorosas, los bulliciosos mercados, los cafés de terciopelo y humo, los amores furtivos, las epidemias, los ojos, las cúpulas, los vientres –el perfil de los vientres– y los celos, los venenos, las mentiras de Oriente."
"Adoro los días de acqua alta, cuando San Marco refleja sus mosaicos de oro en un inmenso lago de ópalo. Y busco, entonces, en las calles vaporosas las huellas de Gabriele d’Annunzio y Eleonora Duse, dos enamorados que se perdieron al mirarse en un espejo. Él era poeta. Ella era la actriz más bella y elegante de Italia. Se encontraron, el 26 de septiembre de 1895, en el Hotel Royal Danieli, viviendo allí dos días de olvido y de embriaguez, sin recobrar la conciencia."
"Los artistas y poetas no se van de Venecia. Se quedan en los jardines húmedos, como los ángeles de las fuentes se miran en el agua estancada, convertidos –muchas veces– en narcisos mutilados. Pero regresan, al cabo del tiempo, bogando en sus góndolas, en sus cisnes, en sus luciérnagas o en sus violines negros. Y escriben misteriosos esgrafiados sobre los muros de jaspe, en los escalones de pórfido de los palacios, en los pozos de San Polo, en los cristales multicolores de las iglesias."
"La góndola veneciana podría ser el símbolo de toda la estética decadente. Cuando uno navega en su casco negro tiene la impresión de moverse por un país encantado, donde las vidas se han convertido ya en figuraciones: las manos en guantes, los cuerpos en siluetas y las almas en violines negros."
Mauricio Wiesenthal, Libro de réquiems, Ed. Edhasa 2004, páginas 392, 393, 394 y 396.
En Venecia comienza ya el Oriente: las sedas rumorosas, los bulliciosos mercados, los cafés de terciopelo y humo, los amores furtivos, las epidemias, los ojos, las cúpulas, los vientres –el perfil de los vientres– y los celos, los venenos, las mentiras de Oriente."
"Adoro los días de acqua alta, cuando San Marco refleja sus mosaicos de oro en un inmenso lago de ópalo. Y busco, entonces, en las calles vaporosas las huellas de Gabriele d’Annunzio y Eleonora Duse, dos enamorados que se perdieron al mirarse en un espejo. Él era poeta. Ella era la actriz más bella y elegante de Italia. Se encontraron, el 26 de septiembre de 1895, en el Hotel Royal Danieli, viviendo allí dos días de olvido y de embriaguez, sin recobrar la conciencia."
"Los artistas y poetas no se van de Venecia. Se quedan en los jardines húmedos, como los ángeles de las fuentes se miran en el agua estancada, convertidos –muchas veces– en narcisos mutilados. Pero regresan, al cabo del tiempo, bogando en sus góndolas, en sus cisnes, en sus luciérnagas o en sus violines negros. Y escriben misteriosos esgrafiados sobre los muros de jaspe, en los escalones de pórfido de los palacios, en los pozos de San Polo, en los cristales multicolores de las iglesias."
"La góndola veneciana podría ser el símbolo de toda la estética decadente. Cuando uno navega en su casco negro tiene la impresión de moverse por un país encantado, donde las vidas se han convertido ya en figuraciones: las manos en guantes, los cuerpos en siluetas y las almas en violines negros."
Mauricio Wiesenthal, Libro de réquiems, Ed. Edhasa 2004, páginas 392, 393, 394 y 396.